Las ciudades italianas controlan
el comercio:
Quienes se dedicaban a este comercio en el Mediterráneo
conocían sus riesgos: piratas berberiscos (de la costa
de Berbería), peligro turco, guerras entre ciudades comerciales. Un mercader
podía pasar de la prosperidad económica a la quiebra si perdía un cargamento de
especias. Para evitar cualquier contratiempo formaban compañías, montaban un
servicio de vigilancia y protección e involucraban a los estados. Tenían la
seguridad de que cualquier mercancía llegada a puerto se vendería y las
ganancias podrían ser fabulosas. Y el florecimiento de este mercado traspasó ya
lo puramente particular de tales o cuales mercaderes para convertirse en interés
común de un reino o de una ciudad. Así fue como las ciudades italianas se
introdujeron en el comercio con Oriente y, una vez que lo controlaron, evitaron
a toda costa que nadie les hiciese competencia. Incluso, cuando los intereses y
monopolios de Venecia, Génova, Pisa, Florencia, Nápoles, Sicilia, etc.,
podían amenazarse entre sí, llegaba el enfrentamiento, seguido de la caída de
una y el ascenso comercial de otra que se adueñaba de los mercados de la
vencida. Además de especias, Asia ofrecía a Europa otros productos de lujo y
refinamiento, como las sedas chinas, perlas y piedras preciosas. Asia fue
convirtiéndose en un lugar de monarcas de ensueño, de reinos fabulosos repletos
de oro, mucho oro, que contrastaba aún más con la pobreza
agobiante de los pueblos occidentales. Europa, sus gustos y su comercio,
dependía de chinos, tártaros, mongoles, turcos y árabes; demasiados pueblos
condicionando la prosperidad de unos y los gustos de otros. La caída de Constantinopla en poder de los turcos
otomanos, en 1453, y la dominación de Egipto (fundamentalmente de su ciudad de
Alejandría) poco después, mostraron la vulnerabilidad del comercio cristiano
cuando este dependía de una sola ruta. Convenía encontrar un camino nuevo para
llegar a la India.
http://www.mgar.net/var/especias.htm
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